¿Recuerda los primeros años de la década de los 90? En aquella época, durante un breve momento, casi cegador, el mundo parecía tener un rumbo claro. La Unión Soviética acababa de derrumbarse y Estados Unidos se había convertido de repente en la superpotencia indiscutible de la escena mundial. Algunos incluso la llamaron "hiperpotencia". Parecía que entrábamos en una era unipolar, en la que todo lo decidía un único actor principal.
Había una gran idea, el "Consenso de Washington", que prometía un futuro en el que todo el mundo abrazaría la democracia liberal, el libre mercado y, básicamente, seguiría el ejemplo de las instituciones mundiales dirigidas por Estados Unidos. Para muchos occidentales, parecía que la historia había llegado a su capítulo final. Se acabó. Se acabó el juego. Habíamos ganado.

Pero, ¿saben qué? Ese "momento unipolar" hace tiempo que pasó. Está firmemente en el espejo retrovisor. Aunque Estados Unidos ha tenido sin duda un gran impacto, ese sistema simplemente no podía manejar la insana complejidad de nuestro mundo superconectado. También se pasó por alto lo fuerte que sigue siendo el nacionalismo y lo mucho que otros grandes países quieren tener su propia influencia.
¿Dónde estamos ahora? Nos dirigimos claramente hacia un mundo multipolar. Esto significa que tenemos varios centros de poder e influencia emergiendo y afirmándose simultáneamente, no sólo uno dominante.
¿Por qué ocurre esto? Hay varias razones principales:
Dinero y tecnología, el ascenso económico de China es increíble y amenaza el antiguo dominio occidental. Además, las innovaciones tecnológicas -como la inteligencia artificial, el 5G y la biotecnología- ya no se producen solo en Estados Unidos. Se están extendiendo y creando nuevas áreas en las que los países compiten y colaboran.
Geopolítica: Las potencias regionales son cada vez más fuertes e incluso en los países consolidados está resurgiendo el nacionalismo. Todo ello contribuye a la fragmentación de la autoridad mundial.
Instituciones: Incluso lugares como la ONU, que solía estar muy influenciada por Occidente, se enfrenta a las demandas de las economías emergentes de una mayor influencia y reforma.
¿Qué significa este cambio para nosotros? Es un cambio enorme. Atrás quedaron los días en que una superpotencia podía hacer prácticamente lo que quisiera. Pensemos en los grandes problemas mundiales a los que nos enfrentamos: cambio climático, pandemias, armas nucleares, crisis económicas.
Estas cosas requieren cooperación, que es difícil de imponer para una potencia dominante, y aún más difícil ahora que hay más actores implicados. Ya no podemos suponer automáticamente que los intereses de un país son los mejores para todos los demás. Ahora se trata más bien de intereses nacionales en conflicto, esferas de influencia que se solapan y la necesidad constante de negociación, compromiso y cuidadoso equilibrio.
Mucha gente describe ahora este nuevo mundo como una receta para el desastre: luchas constantes entre las grandes potencias, inestabilidad sin fin. Y sí, los riesgos son definitivamente mayores. Los errores de cálculo y las guerras por poderes son peligros reales. Pero un mundo multipolar no es automáticamente un mal lugar.
Si la utilizamos bien, puede abrirnos nuevas posibilidades. Nos hace darnos cuenta de que ningún país tiene todas las respuestas. Fomenta el diálogo y la diplomacia, no sólo entre las grandes potencias, sino también con la participación de países más pequeños y grupos regionales. La existencia de múltiples centros de poder puede incluso dar lugar a una mayor innovación y resistencia, ya que las distintas naciones prueban diferentes enfoques para resolver los problemas, lo que hace que todo el sistema sea más dinámico (aunque también más inestable).
Entonces, ¿cómo navegar por esta situación? Requiere un verdadero cambio de mentalidad, especialmente para un país que solía ser la única superpotencia. Significa ser más humildes, escuchar y comprender de verdad los distintos puntos de vista y reconocer que la influencia viene de trabajar juntos y demostrar que se es un buen socio, no sólo de ser dominante.
Para los países en ascenso, esto significa asumir responsabilidades, acatar las normas internacionales (y ayudar a configurarlas) y centrarse en la estabilidad a largo plazo, no sólo en los beneficios rápidos.
Zaheer AlamAsociación de Periodistas de Pakistán
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